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    Nicolás Massú


    Nombre Real: Nicolás Massú
    Fecha de Nacimiento:1979-10-10
    Lugar de Nacimiento:Viña del Mar, Chile

    Nicolás Massú nació el 10 de octubre de 1979 en Viña del Mar, Chile. Su madre, Sonia Fried, y su padre, Manuel, ya no golpean puertas en Valparaíso, Viña del Mar y Santiago en busca de apoyo económico para un niño que mucha pinta de deportista no tenía, pero que, según cercanos, sí mostraba pasta de campeón. Hoy las cosas son completamente distintas. A su contrato con Telefónica se suman los que tiene con Adidas y la firma francesa de raquetas Babolat, los cuales renovará este año en condiciones notoriamente favorables para su bolsillo.

    Nicolás Massú recién sumaba 11 años cuando tomó la raqueta, minuto en que pocos imaginaban el futuro que le esperaba. Excepto él, por supuesto.

    Eran los tiempos en que el “Nico” había optado por no separarse de la raqueta y dejar de lado otras pasiones. No quiso ir más a la escuela de fútbol de Everton, en Sausalito, hasta donde llegaba junto con su madre sagradamente los lunes y miércoles después del colegio. Tampoco quiso seguir haciendo atletismo en el colegio Mackay, en Reñaca, hasta donde cursó séptimo básico. A pesar de sus 11 años se dio cuenta de que lo suyo era el tenis, andar recorriendo países y continentes, dejando de lado familia y amigos.

    De estudios, ni hablar. “La decisión fue absolutamente de él. Yo quería que fuera deportista, el problema es que era muy difícil, porque sabíamos que para que tuviera éxito debía viajar mucho y los tiempos eran complicados”, dice Sonia, su madre, quien en 1990 tenía una boutique en Viña del Mar, mientras que su esposo administraba su negocio de importación y fabricación de ropa, el que cerró definitivamente el 2000.

    La situación económica si bien no era mala, no alcanzaba para costear la carrera de un tenista en forma holgada. Fue ahí cuando aparecieron dos figuras fundamentales: su abuelo materno, Ladislao, y el primer entrenador, Leonardo “Nano” Zuleta. El primero fue su “mecenas” durante la etapa juvenil, encargado de que pudiera viajar y tuviera plata para el bolsillo.

    “Aunque a veces, a Nicolás no le alcanzaba ni para llamar por teléfono a Chile”, explica su madre. Don Ladislao, quien construyó los edificios que están frente al Casino en la Avenida San Martín, fue quien más lo incentivó al tenis. “Nos metió el tenis en la cabeza a mí y a Jorge Andrés (su hermano mayor), a quien nunca le gustó. Me pasaba a buscar a la casa para que fuera a jugar con él, sobre todo los domingos. Jugábamos dobles contra otros señores. A veces me aburría, pero no me quedaba otra que hacerle caso”, cuenta Nicolás.

    Por el lado técnico, tuvo la suerte de conocer a Zuleta. El Nico jugaba tenis en el Club Unión de Viña del Mar bajo las órdenes del entrenador Enrique Cortés, pero el círculo familiar quería que tuviera más competencia. En un torneo de menores, en el Estadio Español de Santiago, el “Nano” vio jugar al viñamarino. El técnico se acercó a Manuel Massú y mostró su interés por llevar al jovenzuelo a su academia de tenis en Villa Alemana (Valle Dorado). “Comenzamos las conversaciones y a los pocos días estaba trabajando con él. Desde ese minuto hasta el 2001, se transformaron en inseparables”, comenta su padre, ex atleta y rugbista del colegio Mackay e ingeniero comercial de profesión.

    Ahí comenzaron los viajes a Villa Alemana. “Viajaba en micro y algunas veces lo iba a buscar a Viña en un minibús que decía: ‘Sembrando el tenis’. En muchas ocasiones tuve que meterme en la pieza y sacarlo de la cama”, comenta Zuleta. Aunque ya no trabajan juntos, pues Massú optó por técnicos de mayor “carrete” internacional, el jugador no se ha olvidado del gesto. “Imagínate, a esa edad y en el colegio lo único que quería era dormir los fines de semana, pero él me llevaba a entrenar. No sé si era porque creía que yo llegaría lejos, pero me tenía un cariño especial. En ese entonces, yo sólo era bueno para correr, era chico y flaco. No tenía nada”, comenta el tenista.

    Hubo un momento específico en que la mirada de Zuleta por el Nico cambió radicalmente. Fue durante la primera gira que hicieron juntos. Se trataba de un torneo en un barrio pobre de Miami organizado por un cubano. La cosa es que Massú llegó a la final ante un francés que andaba con coach, preparador físico y todo un equipo. “El Nico le empezó a ganar y se puso a llover. Pero él no quería salir de la cancha. Agarró al francés del brazo y no lo dejó irse. Paró de llover y quería entrar de inmediato. Tanto presionó, que se reanudó el partido con la cancha húmeda y patinando dentro de ella ganó. Ahí me di cuenta de su espíritu. Antes de eso, era uno más de la academia”, comenta su mentor.

    Durante el año lectivo, Massú entrenaba diariamente de 15 a 20 horas. En verano, partía a las siete de la mañana y se quedaba hasta las ocho de la noche en el club. Era la pre temporada. Los viajes entre Villa Alemana y Viña. “Todos los días una hora para ir y otra para volver por la noche. Era terrible. Solo en el bus, cansado después del colegio. Eran los tiempos de mayor sacrificio. Pero todos los jugadores hacíamos lo mismo. De esa época nadie siguió en el tenis profesional, salvo Phillip Harboe y yo”, recuerda.

    Mientras Massú entrenaba y realizaba giras por Sudamérica, sus padres seguían con la difícil tarea de conseguir auspiciadores. El primero fue Puma, cuando tenía 12 años. “No podía creer que a esa edad ya tuviera auspicio”, dice Massú. El apoyo sólo era de ropa deportiva. El resto seguía corriendo por cuenta de don Ladislao y, en parte, también por su padre.

    El estilo de juego de Massú fue formado por Zuleta. “Como lo hacen en los equipos de fútbol, de atrás para adelante. Fue su evolución natural. De chico fue sólido, consistente, más parecido al ‘Chino’ (Ríos) y no tanto a Fernando (González). Ahora que ya consolidó esa solidez, es tiempo que tome un papel más ofensivo”.

    Cuando Nico sólo era un niño, dicen que Patricio Apey, ex técnico de Gabriela Sabatini y formador de Fernando González, dijo que Massú era sólo un jugador que pasaba pelotas y que tenía estado físico. Esa afirmación, más que subjetiva, se constituyó luego en un mito dentro del medio: que Massú no era talentoso. “Si fuera sólo esfuerzo y garra, nunca habría llegado donde estoy ahora”, refuta el viñamarino.

    Desde chico se caracterizó por lo que hoy es conocido en todo el mundo: garra y pasión. “Massú es un jugador atípico. Siempre le gustaron las canchas centrales y se las arreglaba para poner en aprietos a los rivales. La adversidad la convierte en energía positiva. En Brasil les ganamos la final del Sudamericano de 18 años a los locales y, terminado el partido, Massú le hizo un gesto de silencio a todo el público, el mismo que hizo años después en Colombia, por Copa Davis”, dice Zuleta.

    “Parte de su personalidad es la de un guerrero. Ama la pelea. Le gusta el conflicto, pelear y que lo vean pelear. Juega mejor en las canchas principales que en las secundarias”, agrega el “Nano”. Bien lo saben en el circuito. Hace tres semanas, en el Masters Series de París Bercy, el alemán Rainer Schuettler, sexto del mundo, dijo: “Cuando te toca con Massú, sabes que será un partido largo, donde tendrás que luchar todas las pelotas. Incluso la última”. En Argentina, por ejemplo, comentan que por Copa Davis prefieren enfrentar al propio Marcelo Ríos antes que a Massú.

    Uno de sus últimos hábitos -“y no es cábala asegura él-” es escuchar música antes de los partidos, algo que hacen muchos de los tenistas. “Me dio por escuchar el compact de Rocky III. Me motiva esa música. Lo otro que hago es estar solo antes de entrar a la cancha. Le digo a mi entrenador (Gabriel Markus) que no me molesten, que me dejen solo. Me ayuda a concentrarme y enfrentar mejor los partidos”. Fue esta misma rutina la que utilizó antes de conseguir el triunfo más importante de su carrera, hace un mes en el Masters Series de Madrid. En octavos de final debía enfrentar al número dos del mundo y ganador del Abierto de Estados Unidos, Andy Roddick. Pocos apostaban por el viñamarino. Sin embargo, jugando el mejor partido de su vida, dejó en el camino a uno de los jugadores de más alto rendimiento esta temporada. “Ese día no me ganaba nadie. Sin duda ha sido el partido más brillante de mi carrera”, recuerda el tenista.

    Le encantan la ropa y los autos. Su ropero incluye más de cien poleras y camisas, todas colorinches y poco tradicionales, lo mismo que los pantalones (30) y chaquetas (cinco). Las botas con punta son sus preferidas y muy pocas veces se le ve de buzo y zapatillas. “En cada torneo, lo primero que hago es preguntar donde hay un mall y me compro ropa. Tengo poleras de hace tres años y todavía con etiqueta. Tengo tanta ropa que por eso no me gusta andar de buzo, porque ó si no nunca la usaría”. Sobre este aspecto agrega que “en el circuito me reconocen por eso. No pueden creer cómo me visto. Y eso que a los viajes llevo la ropa más sobria. No me compro ropa muy cara, pero sí exclusiva. Es muy difícil que alguien tenga una polera o un pantalón parecido a alguno de los míos. Y eso me gusta porque siempre he querido ser distinto al resto. No podría salir a la calle con un jeans y una polera normal. No me siento bien. Me gusta como se visten los roqueros”.

    Massú firmó su primer contrato a cambio de dinero cuando tenía 18 años, con Cerveza Cristal. Con la plata hizo su primera inversión importante y se compró el departamento que tiene en Avenida Kennedy, “porque antes, cuando viajaba de Viña a Santiago, tenía que quedarme en casa de primos y amigos, que era muy incómodo”, dice el tenista.

    Este año, el jugador ganó poco menos de un millón de dólares, sólo por concepto de premios y perfectamente puede aumentar sus inversiones. Acaba de comprar un departamento en Reñaca y ya está pensando en cambiar el de Santiago por uno más grande, “para decorarlo a mi pinta”. Sin embargo, la plata parece no ser algo tan trascendental en la vida de Massú. Sabe que es importante, pero su problema es que no tiene tiempo para gastársela.

    “Aparte de comprarme un auto y un departamento, ¿qué más puedo hacer?”, dice el jugador, que suma entre sus adquisiciones un BMW del ’99 y un Mercedes Benz (SLK 300) que encargó desde Europa el año pasado. Sus ganancias las administra su padre, quien dejó de lado sus negocios personales para preocuparse del devenir económico de su hijo.
    El “Vampiro”, como lo llaman desde chico, es un tipo muy sensible, especialmente a la desgracia ajena. Además, es muy afectuoso con la gente que quiere, asegura él mismo. Su familia es pilar fundamental y por eso que la muerte de un primo, en febrero recién pasado, lo afectó muchísimo. En ese instante estaba en Ecuador, para jugar por Copa Davis, y estuvo a punto de tomar un avión de regreso a Santiago para estar junto a los suyos. “Para mí la familia es lo más importante”, dice el tenista, quien llama diariamente a su casa cuando está de gira. “De hecho lo único que hago cuanto estoy fuera es hablar por teléfono. No soy de andar con computador para chatear o revisar mi mail, como el resto de los tenistas. Hablo todo el día por teléfono”.

    Sin embargo, destaca otras características de su personalidad: “Creo que soy buena onda. Casi nunca ando de mal humor. Muy pocas veces me van a ver serio, con problemas. Me gusta pasarlo bien, pero cuando entro a la cancha todo cambia. Me gustaría ser más alegre, porque cuando juego me pongo muy serio. Ojalá pudiera cambiar eso, pero me cuesta, y mucho”.

    Aparte de su extravagante forma de vestir, en el circuito llama mucho la atención que sea árabe por el lado paterno y judío por el de su madre. Massú se ríe de su origen:
    “Soy una mezcla muy rara”, comenta escuetamente cada vez que tiene que explicar la historia de su ascendencia. Sobre su vida privada dice que aún no está en condiciones de asumir un compromiso mayor en materia amorosa “porque pololear en esta profesión se hace muy difícil. ¿Quién te va a aguantar diez meses viajando? Por ahora estoy bien solo”. Ha pololeado seriamente sólo un par de veces e insiste en que Denisse Campos, su única y publicitada pareja, “fue una muy buena amiga”.

    Hoy Massú sigue de vacaciones, “donde lo único que hago es dormir todo el día”. Y salir por cierto de noche, aprovechando al máximo los días libres antes de iniciar la pretemporada el 25 de noviembre próximo.

    Con 82 años, Ladislao Fried goza a la distancia con los éxitos del nieto que está a un paso de ser top ten. Su inversión dio frutos que ni él mismo esperaba, a diferencia del “Nico”, quien siempre trabajó para llegar hasta donde está hoy, muy cerca de quienes en algún momento fueron sus ídolos. “Si soy 12 del mundo y estoy a seis puestos de Agassi, en quien siempre me fijé cuando chico, ¿por qué tiene que ser mi ídolo”.

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